Y
del origen de la vida
penetra hondamente la verdedad
del sur del Mundo;
y los aleteos inaudibles
proliferan bajo el sol
mientras el viento trae
los cantos desde el espesor;
y los sonidos del bosque
comienzan a desaparecer
cuando cambia el telón de fondo
después del atardecer:
y la obscura cortina que nos cubre
con destellos fugaces se desgarra
dando paso a los astros titilantes
que danzan animados por la música
del bosque.
¡Qué silencio el que mueve a las estrellas,
al agua, al viento y a las hojas!
cuántas voces que se escuchan tras la falsa
monotonía de las tierras vírgenes,
rebosantes de verdad.
¿Existirá sabio alguno que haya olvidado
a su madre creadora, a
que sin angustiar nos regala
su experiencia, su vientre, su piel?
El equilibrio inimitable de su andar
nos responde sin titubear.